Como prolongación potenciada de la de Nietzsche, la risa de Foucault se rió de todo lo ridículo (o de casi todo, porque para reírse de todo lo ridículo no hay tiempo en una vida humana).
Por ejemplo, al referirse a la herida narcisista infligida por Pasteur a todos los médicos de la historia, herida de la que aún hoy no se habrían recuperado del todo. Porque Pasteur reveló que antes de él todos los médicos habían sido los agentes principales de la enfermedad, sus productores propiamente dichos, al contagiarla y extenderla inexorablemente con sus reconocimientos de los pacientes en sus consultas y en los hospitales atestados.