Sentirte de vez en cuando harto de ti mismo, aburrido de ti mismo, hasta sentir asco de ti mismo.
¿Y qué si no?
(Estás casi siempre en tu compañía, casi desde que naciste, son tantos años ya. Imagínate que tú no eres tú sino que eres otro, pero que está aquí siempre presente. Lo mandarías a paseo)
¿Inmortalidad personal? Solo la anhela el aquejado del trastorno narcisista de la personalidad. A no ser que se la vaya a pasar contemplando al otro, que entonces tiene que ser por fuerza el Gran Otro (así sí).