Pensar siquiera en algo de lo último vomitado por Esperanza Aguirre le ensucia a uno hasta en lo más íntimo, en lo que llamamos alma. Si religiones ancestrales proponían la purificación corporal y espiritual como un camino para volver antes de la muerte a nuestra patria celestial, hoy el elemental buen gusto nos exige no mancharnos llevando nuestro pensamiento a cualquier cosa que diga—trampa, mentira, macarra con dinero y título—Esperanza Aguirre. Como la suya es la voz del testículo retorcido, el suyo el poder del testículo retorcido, enigmática bisexualidad de cuartel que a tantos y a tantas fascina tanto en este país nuestro, lo mejor en definitiva es mirar a otro lado cuando se oiga, para no ensuciarnos.
Su clero nada tiene que ver con la religión
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