Como es natural, no hay ningún tema más jugoso para el cotilla que el de la sexualidad del otro.
Por ejemplo, de la sexualidad de Esperanza Aguirre poco se sabe, aunque todos nos la imaginamos como un pozo sin fondo.
Y en cuanto a Albert Rivera, resulta que es tan blanco, tan blanco, en su aspecto, maneras y conducta verbal, que es inevitable pensar en nada confesables aberraciones.