«Por eso el loco (y el imbécil, por las mismas razones) es a la vez muy débil y muy fuerte. Muy débil: al no estar en condiciones de soportar lo real. Pero también muy fuerte: por lograr, a su manera, eliminar de hecho esa realidad que le aflige. Esta fuerza, la empleada en la eliminación de lo real, digámoslo una vez más, es verdaderamente desconcertante. No se ve en absoluto qué contrafuerza podría alguna vez contrarrestar un poder semejante»
(El principio de crueldad)