Que te manden amar, o no amar, rompería la gramática de la palabra «amar», y por tanto es un mandato que carece de sentido. Se ama lo amable, o a la persona que te hace feliz (y por lo tanto puede hacerte sufrir). Uno amaría, en el fondo, vaya usted a saber el qué.
Es como si alguien cuerdo te dijera: «ama sólo a los que merecen tu amor, de lo contrario serías injusto». Ese sí que estaría cuerdo, incluso tan cuerdo como para haber leído a Freud, pero también habría caído en el sinsentido al utilizar el imperativo del verbo «amar». «Ama tú» («no ames tú) carece empleo.
Por otra parte, pretender amar a todo el mundo, indiscriminadamente, Franco incluido, conduciría a la larga al psiquiatra, o a cosas peores.