Hablar con voz engolada de la sempiterna murga de «razón y fe» (el tema estrella en tiempos del florecimiento de las Universidades del Opus) empieza por presuponer, de la manera más taimada, que la tal «fe» sería una forma de conocimiento. Pero eso es presuponerlo todo así sin más, no cuestionar justamente lo que habría que cuestionar por encima de todo. Porque podría ser la «fe», precisamente, el modo más eficaz de (auto)desconocimiento.
«Razón y fe»
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