Un tipejo

Entrevistaron a un tipejo en el único canal de televisión español que aún no te abruma con mentiras todo el día. Un representante aquí de Fondos de Inversión Extranjeros, muy dicharachero, con acento del sur, campechano, hasta decía alguna palabrota, un buen muchachote todo sinceridad española. Y además valiente, los Fondos de Inversión ya se sabe que «no conceden entrevistas a la televisión porque como mucho empatan y muy probablemente pierden». Era listo el tipejo, intelibrón como él solo.

Según aseguraba él todo estaba bien, todo era lo natural, y los Fondos de Inversión vendrían por fin a salvarnos a todos con su inyección de capital, tan necesaria ahora, como el pan de nuestros hijos. Hasta en lo inmobiliario, decía, que era lo suyo, incluso los Fondos de Buitres cumplirían, si lo pensamos bien, una labor bienhechora, igual que son necesarios los buitres en la cadena trófica de la naturaleza. Todo estaba perfecto, todo era lógico, todo era normal. Lo que no se puede hacer es emitir cuatrocientos mil millones en deuda pública, ni promover vivienda social para alquilarla a cuatro cuartos pidiendo préstamos millonarios a la Banca Alemana, porque luego hay que devolverlos, y es la ruina,  lo que ha pasado aquí. Todo habría sido demencial, y de ahí la crisis, el mercado enseguida se corrige a sí mismo en sus escasas desviaciones, lo malo es el error humano de los incompetentes. Casi me había convencido ese tipejo, oyéndole y viéndole hablar allí, en la barra del Ritz, todo sonrisas, traje y corbata de primera, muy campechano, simpaticón, dicharachero, como un trilero de feria. ¡¡Pues a ver si después de todo va a resultar que el capitalismo salvaje es la vida misma, la normalidad  de la naturaleza, de manera que el que pierde en su juego mortal es un fracasado natural, o sea, no era lo suficientemente listo y trabajador como para adaptarse a lo real. Y a mí qué me cuentas.

Pero de pronto el entrevistador le pilló bien pillado. De aquel simpaticón tan campechano, tan español, que hasta decía palabrotas demostrando que se puede ser del pueblo pero rico, de repente salió brutal, incontenible, el chorro violento del odio al pobre. Odio violento al pobre, al que no paga, al que no puede pagar porque lo suyo es vivir gratis, vivir de gorra, «como todos hacen al sur de Madrid», decía el tipejo. Y su odio llegaba al culmen al referirse a los partidos que le daban subvenciones al pobre, el pesebre de los votos, los partidos esos que permiten que el pobre no pague, que pueda respirar, que pueda vivir gratis. Había perdido para entonces aquel muchachote toda su compostura, he aquí que se reveló el fascista esencial, el fascistón de toda la vida, o la esencia del fascista que son los Fondos de Inversión.

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