FRIVOLIDAD

Cada vez da más la impresión de que la sola actitud que nos queda adoptar en la época que vivimos es la frivolidad, que nuestra única salida es ser frívolos por voluntad propia: insustanciales, superficiales, inconsecuentes. Pero los filósofos, con certeza, la tendrían bloqueada. Esa sería su tragedia.

Porque ser frívolo es una de las formas de ser estúpido, quizás la más inteligente, y el que de verdad es filósofo estaría en guerra contra la estupidez, y en una guerra sin cuartel.

RELIGIÓN Y SENTIMIENTO DE PODER

Se entendería aquí la virtud a la manera nietzscheana, o sea, en su sentido antiguo y renacentista, pero además en tanto manifestándose subjetivamente en uno de sus respectos como sentimiento de poder. Pero claro está que «poder» ha de tomarse sobre todo como poder sobre uno mismo. Entonces se pasa a contemplar el servicio prestado por las grandes religiones históricas como consistente en hacer del hombre un hombre virtuoso. Después podremos comparar entre sí a dos de las más importantes:

«Hay recetas para el sentimiento de poder, por un lado, para los que saben dominarse a sí mismos y, por lo tanto, ya son competentes en un sentimiento de poder, y por el otro, para los que carecen precisamente de eso. De las personas del primer género se ha hecho cargo el brahmanismo, de las personas del segundo, el cristianismo» (Aurora 65).

El virtuoso es el dueño o señor de sí mismo, por lo tanto, y ocurre que el autodominio se experimenta (subjetivamente) como sentimiento de poder. El cristianismo tiende a inducir este sentimiento en personas que carecen de auto-control, y por tanto no son competentes en el verdadero poder que es el poder virtuoso. El hinduismo habría que entenderlo, en cambio, como conjunto de recetas destinadas al mantenimiento o el aumento del sentimiento de poder en hombres que ya eran dueños de sí mismos, y que por tanto sí saben del tema. Contraposición entre llegar a ser virtuoso, y mantenerse tal o incluso llegar a serlo más.

EL CRISTIANISMO ES ATEO, DEDUCIMOS DE NIETZSCHE

La creencia fanática es simplemente aquella que cree en lo increíble. Y el cristiano, en efecto, cree lo increíble: «proveniente del Cristianismo tenemos que escuchar también una gran protesta popular contra la filosofía». En el sentido de que la virtud era para el sabio la victoria de la razón sobre los afectos. Pero es típicamente cristiana, frente a la sabiduría antigua, la condena de la racionalidad con la consiguiente entrega personal y colectiva a una manifestación intensa y extrema de los afectos (p. e. amor a Dios, compasión hacia su Hijo). Una descarga pasional tan potente, tan desenfrenada, fue en realidad la que iba a hacer posible creer lo increíble, o sea, la fe fanática. Por la distorsión afectiva del entendimiento. Se trata de creer, pero ya no aquello que de verdad se cree, sino lo que se quiere creer a toda costa, incluso o sobre todo lo propiamente increíble, pues eso da prueba de la omnipotencia de la voluntad del creyente, que es lo que aquí se afirma. La creencia fanática sería, en definitiva, una creencia en nada, una no-creencia. En la fe cristiana está contenida desde el mismo principio la muerte de Dios, ella es esa muerte o asesinato.

Comentario de Aurora 58.

EL PECADO

«¡Oh, cuánta crueldad superflua y cuánta crueldad hacia los animales han salido de esas religiones que inventaron el pecado! Y del hombre que quería tener el máximo disfrute de su poder a través de ellas!»

Nietzsche: Aurora 53.

HOFFER

«Hoffer fue uno de los primeros en reconocer la importancia central de la autoestima para el bienestar psicológico. Mientras muchos escritores recientes se enfocan en los beneficios de una autoestima elevada, Hoffer se concentraba en las consecuencias de tener una baja autoestima. Preocupado por el surgimiento de los gobiernos totalitarios, especialmente los de Adolf Hitler y Iósif Stalin, intentó hallar sus raíces en la psicología humana. Descubrió que el fanatismo y la hipocresía están enraizadas en la duda, el odio hacia sí mismo y la inseguridad. Según lo describe en The True Believer, una obsesión con el exterior o con la vida privada de otras personas es sencillamente un intento cobarde del individuo por compensar su sentimiento de vacío existencial.

Los movimientos de masas analizados en The True Believer incluyen a los movimientos religiosos (con extensas discusiones sobre el Islam y el Cristianismo), así como los movimientos políticos. También incluyen a los aparentemente benignos movimientos de masas que no son ni políticos ni religiosos. Un principio clave en el libro es el agudo razonamiento de que los movimientos de masas son intercambiables: Hoffer notó que algunos nazis fanáticos luego se tornaron fanáticos comunistas; que algunos comunistas fanáticos luego se convertían en fanáticos anti-comunistas; o que Saúl, perseguidor de los cristianos, luego se convirtió en Pablo, cristiano fanático. Para el verdadero creyente la sustancia del movimiento de masas no es tan importante como el hecho de que él o ella es parte de ese movimiento. Hoffer incluso sugiere que es posible detener el auge de un movimiento de masas indeseable al sustituirlo por un movimiento de masas benigno, el cual le daría a aquellos predispuestos a unirse a un movimiento un desfogue para sus inseguridades.»

EL PLACER ES EL CRITERIO (NIETZSCHE CONTRA KANT)

«Una palabra más contra Kant como moralista. Una virtud debe ser nuestra invención, nuestra más personal defensa de emergencia y necesidad: en cualquier otro sentido es simplemente un peligro. Lo que no condiciona nuestra vida la perjudica: una virtud simplemente por un sentimiento de respeto al concepto de «virtud», como Kant lo quería, es perjudicial. La «virtud», el «deber», el «bien en sí mismo», el bien con el carácter de impersonalidad y validez universal – fantasías (Hirngespinnste) en las que se expresa la decadencia, la extenuación final de la vida, la chinería königsberguense. Lo contrario es exigido por las leyes más profundas de conservación y de crecimiento: que cada uno invente su propia virtud, su propio imperativo categórico. Un pueblo perece si confunde su deber con el concepto de deber en general. Nada arruina más profundamente, más interiormente que el deber «impersonal», que el sacrificio ante el Moloch de la abstracción. – ¡Que el imperativo categórico de Kant no se haya sentido como algo que amenaza la vida!… ¡Sólo porque el instinto de los teólogos lo tomara bajo su protección! – Una acción que el instinto de la vida obliga a llevar a cabo tiene en el placer la prueba de su corrección: y ese nihilista con entrañas dogmáticas cristianas entendió el placer como objeción… ¿Qué destruye más rápidamente que trabajar, pensar, sentir sin necesidad interior, sin una elección profundamente personal, sin placer… como un autómata del «deber»? Es casi la receta misma de la decadencia, incluso de la idiotez… Kant se convirtió en un idiota. – ¡Y ese fue el contemporáneo de Goethe! Esa fatalidad de araña fue considerado el filósofo alemán por excelencia, – ¡todavía lo sigue siendo!!… Me abstengo de decir lo que pienso de los alemanes… ¿No vio Kant la transición de la forma inorgánica del Estado a la orgánica en la Revolución Francesa? ¿No se preguntó si había un acontecimiento que no podía explicarse de otra manera que por una disposición moral de la humanidad, de modo que con él, de una vez por todas, se demostrara la «tendencia de la humanidad hacia el bien»? La respuesta de Kant: «Eso es la revolución». El instinto falaz en todo y en todos, la contra- naturaleza como instinto, la décadence alemana como filosofía, ¡eso es Kant! —»

AC 11

EL JESÚS DE NIETZSCHE

«67. Jesús de Nazaret amaba a los malvados, pero no a los buenos: la simple visión de la indignación moral de los buenos hacía que incluso él maldijera. Dondequiera que se juzgaba, tomaba partido contra los que juzgaban: quería ser el destructor de la moral.
68. Jesús dijo al pueblo: «Amad a Dios como yo le amo, como su Hijo: ¡qué nos importa a los Hijos de Dios la moral!»

NF-1882,2[41]

NIETZSCHE Y LA COMODIDAD

«Cuanto más espíritu, más sufrimiento (como demuestran los griegos). Así que también: cuanta más estupidez, más comodidad»

NF-1875, 3 [65]

NIETZSCHE SOBRE LA INTEGRIDAD

«Toda virtud tiende a la estupidez, toda estupidez a la virtud; «estúpido hasta la santidad» es lo que dicen en Rusia, – ¡asegurémonos de no terminar convirtiéndonos en santos y aburridos por integridad! ¿No es la vida cien veces demasiado corta para aburrirse en ella? Uno tendría que creer en la vida eterna para…»

MBM 227

DEBILIDAD

Pasados los sesenta se comienza a notar, de vez en cuando, la legendaria debilidad de la vejez que paulatinamente irá cercándole a uno, cada vez más estrechamente en cada vez más facetas de su vida, es un suponer. Pero por el momento y en mi caso, la noto, a veces, a esa astenia, no tanto en algún desvencijamiento más o menos físico, como algún achaque de las piernas, Dios sea loado, sino en que mi capacidad para sufrir las idioteces y las insensateces del prójimo se va aproximando a cero absoluto. Las que dijo alguien que se pueden encontrar incluso en premios Nobel, y no digamos en políticos majaderos. Solo me sucede en contadas ocasiones, pero ya empiezo a notar la famosa debilidad de la edad invernal, sobre todo cuando detecto a un imbécil abordándome para contarme una imbecilidad de las suyas, y así darme un sablazo de mi preciso tiempo, del que me queda. Porque entonces pienso que voy a caer de repente fulminado sobre el pavimento, o que me hundo en el más negro abatimiento. Y se tarda en recuperarse del ataque. El idiota nos mata mucho más que el malvado. Incluso llega a ocurrir que nos imaginamos rompiéndole la crisma a la estupidez del mundo, una pura neurosis imposible.