Confianza

¿Tener confianza en los poderes y las instituciones del Estado cuando se halla infiltrado de funcionarios neofranquistas, o colaboradores de FAES?

El ateo

El ateo no tiene por qué estar loco, ni ser un nazi. Al ateo no tienen por qué haberle violado de pequeño, ni tampoco necesita como condición para ser ateo haber caído en relaciones incestuosas en su pubertad.

No habrá de ser el ateo, para serlo, un monstruo moral, un desalmado.

Al ateo no tiene por qué faltarle nada, ni razón ni moral.

Tal vez el de las carencias de razón y de humanidad sea, bien al contrario, el creyente.

De Don Miguel

«La inteligencia de S. Paparrigópulos era clara, sobre todo clara, de una transparencia maravillosa, sin nebulosidades ni embolismos de ninguna especie. Pensaba en castellano neto, sin asomo alguno de hórridas brumas septentrionales ni dejos de decadentismos de bulevar parisiense, en limpio castellano, y así era como pensaba sólido y hondo, porque lo hacía con el alma del pueblo que lo sustentaba y a que debía su espíritu. Las nieblas hiperbóreas le parecían bien entre los bebedores de cerveza encabezada, pero no en esta clarísima España de esplendente cielo y de sano Valdepeñas enyesado. Su filosofía era la del malogrado Becerro de Bengoa, que después de llamar tío raro a Schopenhauer aseguraba que no se le habrían ocurrido a éste las cosas que se le ocurrieron, ni habría sido pesimista, de haber bebido Valdepeñas en vez de cerveza, y que decía también que la neurastenia proviene de meterse uno en lo que no le importa y que se cura con ensalada de burro»

(Por gentileza de A. Bell, americano del Norte que sabe más de España que muchos de nosotros)

Canela en rama

https://www.kelvinatorsonido.com/

Dioniso el Justo

«Tal vez convenga recordar que, en la más grande festividad dionisíaca, la de las Antesterias, la supresión de las barreras entre los muertos y los vivos implicaba la de todas las demás barreras que definían en la ciudad los diferentes status. Y entonces todo se hace posible. Nos hemos preguntado por este curioso ‘efecto liberador’ de la muerte…Ahora lo comprendemos mejor. Cuando los Infernales invaden la ciudad y se mezclan con los vivos, todo el mundo se convierte de nuevo en ‘hijo de Tierra’ y se hace todo lo que requiere el nivel hypokhthónios del interior.

Al igual que la tragedia, el dionisismo nunca pierde su vigor.
Saludemos a Dioniso-el-Justo. Y saludemos a Zeus, dios también justo. Hay dos hijos, y sólo dos, a los que éste se tomó la molestia de engendrar él solo: Atenea, diosa de la razón, y Dioniso, dios de la locura.»
(María Daraki: Dioniso y la diosa Tierra, final).

Wittgenstein

La gran lección de Wittgenstein, lo que le hizo inmortal, es su advertencia de que la confusión conceptual puede tener efectos devastadores en la vida de las personas.

(Como les pasa a los espectadores de LaSexta en España)

Virtus romana

Pasaba por ser Catón, siempre acérrimo enemigo de César, todo un ejemplo de la virtus aristocrática en la Roma republicana. Además de ser sin duda uno de los responsables de que César tuviera que cruzar el Rubicón e iniciar la Guerra Civil, se puso enseguida del lado de los pompeyanos, haciendo todo lo que estuvo en su mano para colaborar en la derrota de César. Pero cuando éste ganó la guerra, contra todo pronóstico, todos los romanos sabían que estaba dispuesto a perdonarle la vida a Catón y a no tomar ninguna represalia contra él. Pero este, habiendo declarado que bajo ningún concepto estaba dispuesto a vivir por la compasión de Julio, una noche después de cenar se retiró a sus habitaciones casualmente con el Fedón platónico (no en vano había dedicado toda su vida a la filosofía). Uno de sus hijos se intranquilizó, y acudió corriendo con unos esclavos en cuanto se oyó un grito de dolor: Catón se había intentado suicidar como era uso, tumbándose sobre su espada. Pero no lo consiguió, pudieron curarle y coserle la tremenda herida. Un tiempo después volvieron a escucharse gritos, era Catón que se había quitado los puntos, y esta vez conseguiría su suicidio sacándose él mismo sus entrañas y desparramándolas por el suelo.

Comodidad en la locura

¡Cuánto más fácil es querer no ver nada, pasarlo todo por alto, o incluso, darle a lo peor un sentido incluso placentero, como decía él transformar la mierda incluso en oro! Pero por estos procedimientos de la facilidad y de la comodidad, propios del que se hace poeta solo a fuerza de temer el dolor, de huir del dolor, nos enajenamos o perdemos pie en lo real, naturalmente. Y eso se paga muy caro, o bien con una vida que tiene que ser insustancial y ridícula por no “hacer fricción” ninguna, o bien simplemente con la locura, de leve a moderada o a grave y muy grave. Ante los derechos de lo real el principio del placer deberá cerrar la boca en mayor medida cuanto más adultos seamos, ni niños ni locos.

Santurrón

Todo santurrón oculta a un canalla, a no ser que sea simplemente un imbécil. Es la eterna duda irresoluble. Aunque puede darnos una pista que si es tonto lo es casi siempre a su favor.

Cultura santurrona

El catecismo de lo políticamente correcto, cualquiera de ellos, está claro que es el final del pensar, y entonces el final de toda cultura. Pero en esto en verdad no hay nada nuevo, porque la mendacidad moral o la santurronería ha sido siempre el final del pensar. Ya los capitostes del franquismo admitieron in extremis a las Facultades de Filosofía porque les habían asignado a ellas el papel de formar buenos muchachos, el papel de enseñar a gente buena que enseñara a los demás a ser buenos. Al mismo tiempo los movimientos comunistas nos venían con aquello de que la Filosofía no era sino la vertiente teórica de la lucha de clases: ser bueno una vez más, pero ahora en el sentido de ser realmente bueno, o concienciado, o responsable, o solidario. En general, los diversos catecismos de lo políticamente correcto siempre les habrían venido muy bien a todos los impotentes en lo creativo. En primer lugar y sobre todo porque les exime a todos ellos de una tarea para la que no están preparados ni por la naturaleza ni por su formación, la tarea del pensar, en relación con la que son precisamente impotentes. Pero eso sí, les bastará con ir por ahí hablando y escribiendo como feminista, homosexual, comunista, altruista, antifascista, solidario, o lo que quiera que sea que forme parte de lo estimable colectivo de turno, para ser considerados animales pensantes de la máxima dignidad imaginable. No decimos que nada de eso sea apreciable, que sin duda hay muchas cosas que sí lo son. No decimos tampoco que todos los catecismos sean iguales, porque muchos favorecen la libertad humana en mayor medida que otros, y hay muchos que son menos tontos que otros, comparemos a María Zambrano con Pilar Primo de Rivera. Hoy en día también los psicólogos se apresuran a decirnos cómo tenemos que ser los hombres, con su mezcla de ciencia y creencia y revista del corazón, los psicólogos en su papel de pastores del rebaño en el tardocapitalismo (está claro que coinciden sin embargo con la línea dominante: es malo, ya se sabe, quien no tenga empatía, pero no nos preocupamos porque del mal se puede salir, si se acude al psicólogo).
Podríamos preguntar sin embargo que, si uno es todas estas cosas citadas, o sea, si uno alardea constantemente de ser una buena persona, entonces qué le queda por hacer, qué le queda por pensar. Si uno es una buena persona y se dedica a representarse ante los demás como buena persona, dejando aparte que esto es contradictorio en sí mismo porque una buena persona de verdad no puede nunca alardear de serlo, decimos que si uno lo que hace es alardear de ello y pretender dejar constancia de ello de la mañana a la noche, entonces uno ya no tiene nada que hacer, no tiene que esforzarse en nada más porque ya se habría ganado el cielo, el voto, el contrato, la consideración del grupo. Ya se ha puesto en valor a sí mismo como en facebook, de modo que ahora a dormir a pierna suelta. A partir de ahora ya puede, en segundo lugar, ocuparse en su verdadera vocación, a saber, manejar el arma del moralismo en el eterno combate del medro personal, es decir, en calidad de policía de lo políticamente correcto. Denunciando a diestro y siniestro, este es machista, este racista, este egoísta, este antipatriota, este fascista, este anticristiano, o sea, este antisolidario, antisocial…
Así, si se le enfrenta alguien a quien considera un enemigo simplemente porque aspira a lo mismo que ella, o porque tiene una disputa con ella, cualquier mujer puede ir por ahí acusando a un hombre de ser un misógino, ocultándonos adrede la posibilidad perfectamente lógica de que ese hombre la odie en concreto a ella, como mucho, por ejemplo por razón de sus turbios manejos y su malevolencia hacia él (también hay mujeres así, perdónenme, me lo sigue pareciendo), pero no odie en absoluto, sino todo lo contrario, al resto de las mujeres o a “la mujer”.