NO TOMÁRSELO EN SERIO

Ser cristiano, y no digamos católico, no es ni más ni menos que querer escuchar a Dios diciéndote todos los días que no te preocupes para nada de las tragedias de la vida, que para eso ya estaría Él. A esta conclusión llegó Wittgenstein una vez, y sin duda yo la he podido comprobar, sin excepción, en todos los sinceros cristianos que conocí: estaban como completamente ausentes, y su manera de ausentarse era fingir una constante participación, por ejemplo siempre pendientes del santoral y las efemérides, sin olvidar «lo social», pero todo ello de aquella manera, como de refilón.

Lo malo de todo su tinglado es que (a mi modo de ver) el cristiano, propiamente hablando, no vive: vivir de verdad es vivir en la tragedia. Claro que renuncia a la vida de la tragedia pensando que no es la única que hay.

FRANCO HITLER

Observó Musil que al que es estúpido siempre le acompaña la brutalidad. Y diría yo que en mayor medida cuanto más cretino es. Y se hace pavoroso cuando llega al ridículo absoluto.

EL MATIZ

Los de Franco no eran «nacionales» sino nacionalistas.

SOBRE FRANCO

«Dice las mayores tonterías que se puedan imaginar, pero, aun así, es muy astuto» (Paul Preston)

Ocurre muy a menudo que los más astutos son también los más imbéciles, pero esto no deja de ser un tremendo misterio.

LA DURA VERDAD SOBRE LA DICTADURA DE FRANCO

«Sin la intervención de los alemanes y los italianos, Franco jamás habría ganado la Guerra Civil»

PARECE QUE AMALIA IGLESIAS SABE MÁS DE MARÍA ZAMBRANO QUE LA PROPIA MARÍA ZAMBRANO

«Tengo varios libros escritos ya. Ninguno de ellos me gusta, y, cuando tropiezo con algún trozo de alguno que me gusta, con algún fragmento, olvido inmediatamente que eso es mío, no lo siento mío. Solamente siento algo mío en mis libros cuando tengo la capacidad y el valor de leerlos, aun para corregir las pruebas. Esto ha sido siempre una catástrofe para mí, tener que releerme, cuando no lo puedo soportar. Y es que siento que no es mío, que es más que yo, así que está claro que lo que más trabajo me ha costado es asumir este yo, el “yo he hecho esto”; el yo, no puedo con él. Yo no soy nadie, yo no soy ninguno; y cómo, si no soy ninguno, puedo tener una autobiografía. Pero se me ha descubierto, y desde muy niña, que en este “yo” se deposita también eso que se llama la responsabilidad moral. Y yo a esa responsabilidad moral tampoco puedo renunciar; y tampoco he podido renunciar a una especie de sentir radical, de que aquello que he hecho ha nacido dentro de mí y no puedo rechazarlo. Así que, cuando lo miro, siento que es mío, que podría ir yo más allá; pero que en este más acá adonde he ido a parar, ahí soy yo, ahí no tengo más remedio que aceptar la responsabilidad, porque es el punto de la moral y es un punto también de la revelación» (“A modo de autobiografía” 1987).

DARWIN

«If I could give a prize for the single best idea
anybody ever had, I’d give it to Darwin. In a single stroke
Darwin’s theory of evolution by natural selection united the
realm of physics and mechanism on the one hand with the realm
of meaning and purpose on the other. From a Darwinian
perspective the continuity between lifeless matter on the one
hand and living things and all their activities and products on the
other can be glimpsed in outline and explored in detail, not just
the strivings of animals and the efficient designs of plants, but
human meanings and purposes: art and science itself, and even
morality».

(Dennett 2009)

UN RECUERDO DE VIEJO

Hace poco más de medio siglo las niñas y niños españoles lo primero que escuchaban en el colegio eran inmisericordes charlas acerca de Jesucristo y de Franco. (Era todo increíblemente increíble, sumamente extraño, demasiado sospechoso). No mucho más tarde, los que tenían la suerte de leer los diálogos de Platón y familiarizarse con el método socrático, por lo menos algunos de ellos, iniciaron la bendita senda que les condujo al olvido de esos dos personajes. Porque llegaron a la conclusión, sencillamente, de que no está nada bien creer lo que es absurdo: no solo es inmoral sino también de mal gusto y peor educación.

NIETZSCHE Y EL MECANICISMO

«Pero lo indiscutiblemente valioso de la consideración mecanicista del mundo, para Nietzsche, lo tenemos en su condición de principio metodológico regulador de la investigación. Porque se trata, con el mecánico, del método más honrado, recto o sincero (die redlichste), esto es, el que daría cuerpo al máximo rigor, con la exclusión de todo sentimentalismo. Incluso, cuando al filósofo le da alguna vez por pensar en su particular genealogía filosófica, inmediatamente nos menciona el movimiento antiteleológico moderno, o «spinozista», asimismo en definitiva el movimiento mecanicista, ese que retrotrae o reduce todo lo moral y lo estético a lo fisiológico, y todo lo fisiológico a lo químico, y finalmente todo lo químico a lo mecánico. Ese sería el gran precedente del pensar nietzscheano. Pero con la crucial diferencia de que Nietzsche no creerá en absoluto en la “materia”, dando por descontado que Boscovich representa un gran punto de inflexión en la teoría física moderna con sus “puntos de fuerza” (KSA 11, 26 [432], 266). Y una vez más se reivindicará esa filosofía mecanicista, pero únicamente en cuanto regulador provisional de la investigación, y en absoluto en cuanto «dogma» metafísico.

Con el Mecanicismo atomístico hemos intentado construirnos un mundo que fuera intuible y calculable, construirlo por y para nuestro intelecto numerador y aritmético. Y lo que Nietzsche va a denunciar, y a criticar implacablemente, no sería otra cosa que la conversión de este ensayo tan honroso del sujeto moderno en falsa y peligrosa creencia metafísica. En suma, la confusión del construir con el encontrar, que se halla preñada de funestas consecuencias. Porque aquí, como en todas partes, nos las habemos con maneras de pensar (Denkweise), cuyos criterios supremos no incluyen en absoluto la adecuación, o la verdad en sentido metafísico. Por ejemplo, en la doctrina del eterno retorno lo que se habría intentado es pensar hasta el final la cosmovisión mecanicista, con el resultado final de contradecirla frontalmente, pero “nada más que” en busca de la manera de pensar que nos proporcione la alegría más loca (übermütigste), o sea, en busca de la manera de pensar más viva, más afirmadora del mundo. Y no, en absoluto, en persecución de la única correcta o verdadera, en el sentido de la adecuación a la realidad en sí.

Porque en el momento en que pensamos la cosmovisión mecanicista con su carga metafísica, en ese mismo instante nos damos cuenta de que tal mundo mecánico es de verdad un mundo indeseable para nosotros, en tanto se hallaría completamente vacío de sentido. E incluso una auténtica degradación de la existencia, porque la despoja de todo rastro de aventura, degradación cuya clave psicológica no sería otra que el miedo humano como afecto básico, la acuciante necesidad de estabilidad, de seguridad, de hacerlo todo calculable. Pensada con toda la carga metafísica, la cosmovisión mecanicista representaría el ensayo siniestro de aproximar el hombre a la Máquina Universal, de hacer de la existencia humana algo calculable que ya no nos va a dar ninguna sorpresa, algo así como el perfecto funcionario del imperativo categórico kantiano. Con la pretensión de que sólo sería posible una interpretación correcta del mundo, los señores mecanicistas, «matemáticos sedentarios», transforman los instintos humanos en meros hombres-fórmula robotizados. Y ya sabemos los calificativos que para Nietzsche merecería este ensayo de transformación maquínica: idiotez, torpeza, enfermedad mental…El contramovimiento, precisamente, sería el Übermensch, un contramovimiento que exige haber llegado antes a lo más bajo, a la extrema degradación, a la imposición incondicionada de la consideración mecanicista como dogma»

Mariano Rodríguez González: Nietzsche como última palabra. Estudios de Filosofía de la Mente (207-209).

HERACLITISMO DE NIETZSCHE

En apariencia, o sea, en la opinión del común de los mortales (que están dormidos, que son estúpidos o idiotas en el sentido preciso de incapaces de atender al Logos), la amistad es lo contrario de la enemistad justamente de manera que no tiene nada que ver con ella. Y por supuesto que la amistad es buena y la enemistad es mala, así que la tarea ética de la vida humana consiste en convertirse ella misma en amistad pura, o en destruir completamente la enemistad entre nosotros. Por el contrario, el sabio (lo contrario del idiota, esto es, el que no se escucha a sí mismo sino al Logos) sabe la verdad: que la amistad ha de darse siempre en un contexto para serlo, y este contexto, invariablemente, no es otro que la lucha o la enemistad. De modo que ser de verdad amigos solo se puede cumplir en oposición a un enemigo, igual que la hermandad solo es posible como tal en la lucha contra la adversidad, o bien, la única igualdad concebible entre los humanos se da en el enfrentamiento con el enemigo, o bien la verdadera libertad solo es libertad ante la muerte o contra la muerte. Aunque Heráclito no llegara a ser dionisíaco del todo, a juicio de Nietzsche, con esto recogió el dionisismo en los fragmentos que de él nos han llegado: la vida y la muerte, Dionisos y Hades, son el mismo dios (DK 15). Y con el dionisismo, plasmó lo que habría que denominar las valoraciones originarias (o lo que Severino llamaría “el sentido griego del devenir”), que Nietzsche iba a intentar restablecer en su carácter verdadero de justicia cósmica. Su transvaloración de todos los valores, como momento del mayor autoconocimiento de la Humanidad y santo y seña de toda su misión, no sería en el fondo sino un restablecimiento de esta situación inicial sagrada, tras la perversión que de la misma habrían llevado a cabo platonismo, cristianismo y modernidad.