Está muy claro que Antonio Machado escribía esto a lo que me voy a referir en el terrible contexto del comienzo de la Guerra de España. Y eso le justifica casi del todo, al bueno del poeta no filósofo. Pero, aún así, sus intentos de reivindicar una imagen noble de su país, imagen alternativa a la de los sublevados, resultarían hoy extremadamente simplistas si bien se piensa. Como habría mostrado Mercedes Gómez Blesa en su edición crítica de Pensamiento y poesía en la vida española de María Zambrano, no solo la España «nacional» de Franco era completamente falsa o mejor ficticia, desde el punto de vista de su núcleo cultural y su forma de vida, sino que también lo era la de los republicanos, si bien mucho más amable, humana y por supuesto democrática. Dejando ahora aparte el magno asunto de si toda nación es construída o simplemente «está ahí» (lo que sí está claro es que hay un pueblo cuando ha habido sufrimiento colectivo secular), me quiero centrar para usarla como botón de muestra en esa idea «magnífica» para Antonio Machado que se condensaría en el dicho castellano de que «nadie es más que nadie». Una idea que sería la mejor representación del sentir de España, o sea, de Castilla y Andalucía, un sentir que se expresa para el poeta SOLO en castellano o español, como si las demás lenguas, las de GALEUSCA, simplemente no existieran: su república no era la federal y entonces a mí no me vale. Que «nadie es más que nadie» puede ser la perla de toda sabiduría, y puede serlo por las dos razones que da Machado en su Juan de Mairena: siempre vas a encontrar a alguien mejor que tú en algo / por muy lejos o muy alto que llegue una persona jamás superará con su excelencia la de la dignidad humana, y esta corresponde a todos los hombres y mujeres. Por mucho que esto tenga aire de falacia bastante gorda, como traído de los pelos, admitámoslo. Pero no vamos a negar que la frasecita castellana-española se ha utilizado hasta hoy mismo, y sistemáticamente, para justificar la hoguera y/o el exilio para todos los humanos más altos de la media o no mediocres (¿qué se habrá creído este que es?). Toda diferencia en valor, o sea, todo lo que yo note que es mejor que yo, por definición es injusta y casi criminal. Por eso España sería tan cristiana, no-jesuítica en el sentido machadiano, porque en el cristianismo nadie tiene derecho a ser más que nadie porque todos los hombres somos hermanos que debemos ser tratados por igual por el Destino, el Azar o el Dios ese del desierto judío. Ya hablaba Zambrano de la envidia como de la relación prototípica entre hermanos (Caín y Abel). El auténtico vicio sagrado.
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VOTAR A SANTI POTRA
Vengo ahora con la compra del súper, donde una señora entrada en años y en carnes, de inconfundible acento como de Lima, me ha preguntado tras darme unos golpecitos en la espalda: «Chico, ¿dónde tenéis esos botecitos de maíz para echarlo en las ensaladas?». Ocurre que el envejecimiento también se nota en el cerebro, ¡cómo no!, y eso creo yo que explicaría que mi primera reacción fuera ir a contestarle algo así como: «¡Pero señora! Tengo 68 tacos y soy catedrático!». (Iba tal conato de reacción pueril acompañada de «un pulo de noxo», expresión de la que estoy enamorado desde que la leyera de joven en un relato de Blanco Amor, si mal no recuerdo). Pero por fortuna el tiempo aún no habría acabado conmigo del todo, así que pude recapacitar y luego reprimir decentemente tal reacción incoada. Fui capaz de considerar que iba yo en pantalón corto, y además llevaba bien calada una gorra de visera con los colores de la bandera portuguesa acompañada de un número 7 en grande, que según me informó hace no mucho mi sobrino sería el de la camiseta de un tal Ronaldo, y para remate, muy bien visible en lo más alto y centrado de la gorra de visera, una insignia con la enseña de la bandera gallega tal y como la representa el BNG, que es lo que a mí me mola. Tras esta reflexión que deja clara mi juvenil disposición espiritual, le contesté a la peruana, sin duda abrumada por el atracón semiótico, y con mi mejor sonrisa: «Hasta ayer teníamos un montón de latas de granos de maíz, querida señora, pero desgraciadamente hoy a primera hora aterrizaron aquí los marcianos y no dejaron ni uno». La dama, incombustible ante las impertinencias por pura veteranía en ellas, continuó revolviendo productos diversos, y yo volví a buscar la leche sin lactosa.
Patrioterismo
El fanatismo patriótico, que tan a menudo no es sino patriotismo impostado (unas veces porque la nación es un puro invento o y otras a causa de la hipocresía del que parlotea de continuo sobre la patria y tal), es la única actitud vital que permite al golfo de toda la vida, o a la golfa, claro, dar rienda suelta a toda su golfería (esencialmente robando, pero también violando, matando, ya que no son sino variedades extremas del robo), no solo sin ningún asomo de remordimiento sino quedando como todo un señor o toda una señora.
SOBRE EL FASCISMO DEL BUEN ROLLITO
Apunté yo ayer, equivocándome, que al fascista se le nota enseguida que lo es. Ahora caigo en la cuenta de que eso correspondería a los años 30 y 40 del siglo pasado, pero no a lo que está ocurriendo ahora en el mundo. Hay muchísimos fascistas que nos envenenan la vida y la felicidad de la vida, pero esta vez muy solapadamente, disimulando, incluso disfrazados de antifascistas, de gente que empatiza y tal, como Gil y Gil pero sin tanta cara de bestia inculta. Es lo que yo llamaría el fascismo sinmpaticón y de perfil majete, el fascismo del buen rollito, cuya consigna es la de «todo vale, menos ser desagradable con el otro». Gente que te parasita, te explota, te utiliza, te humilla, te amarga la vida, pero con una sonrisa muy agradable que encima te está llamando cascarrabias. Sin ir más lejos, Wittgenstein comentó en alguno de sus apuntes que, en la Austria hitleriana, bien pudiera ser que no se notara mucho de lo que ocurría, pero lo que sí detectaba cualquiera es que había desaparecido por completo la risa y el sentido del humor. ¡Con Hitler, Mussolini, Franco, a ver quién se iba a reír sinceramente! A no ser los pelotas o los imbéciles, claro.
Hoy no es así, todo lo contrario, el fascismo es risueño y no pocas veces de carcajada extraordinariamente cruel y cínica. Bromas de gilipollas, bromas hirientes a lo tonto, por descontado, pero bromas al fin y al cabo. Por ejemplo, la peliculita que se llama «Mari(dos)», prodigio de atrevimiento indecoroso en el sentido grecorromano de ir contra el decoro o lo apropiado. Una película que te contagia la mierda que le echa encima al mundo, mientras sus personajes chapotean con delectación, niñas incluidas, en la ciénaga de la desgracia humana. Porque eso sí, han sido los fascistas siempre chusma, o sea, fracasados vitales (sentimentales y/o profesionales), en el sentido nietzscheano de la palabra «fracasado», que no tiene nada que ver con el empresarial o trumpista. Chusma que por supuesto pretenderá cortarle el cuello a la espontánea felicidad (siquiera mínima) del que aún disfruta viviendo y no desea morirse ni matar a nadie. En esa película tan desublimadora, tan represiva, tan subnormal y deprimente (española, del 2023 y dirigida por Lucía Alemany con guión de dos genios llamados Pablo Alén y Breixo Corral) uno de los mensajes que le llegan más nítidos al espectador es que habría un modo definitivo de medir el amor de una mujer por un hombre, a saber, comprobando (?) si se la chupa o no se la chupa (y ya puestos, se me ocurre, registrando cuántas veces se la chupa). Inevitablemente se le pasa a uno por la cabeza, al oír la perla desublimadora, aquello que por desgracia había oído en otra película tan desinhibida, tan libre al modo fascista como esta, cuando un personaje dijo aquello tan inspirado de que «una mujer lo que quiere de un hombre es una polla dura y una cuenta bancaria llena». Me evito comentar nada de semejantes fascisterías especialmente brutales, que lo que menos estimulan en el espectador bien nacido es la risa. Todo lo contrario, levantan en él o ella la más siniestra de las depresiones, o sea, la ira vuelta hacia dentro porque si la sacas fuera puedes ir a la cárcel.
Pero, eso sí, todos acaban tan amigos en las películas esas, se dicen cosas horribles pero con buen tono y una sonrisa de buen rollito. Reina al final la afectividad, ese repugnante «amor» con el que se traga cualquier atrocidad y se santifica todo disparate del mundo. De reírse nada de nada, por supuesto, pero si eres chusma sí que probablemente te vas a descojonar. Se te acaba ocurriendo, también, que hay una serie española en la que se pueden escuchar lindezas semejantes, pero no es en absoluto una serie fascista sino todo lo contrario. En «Aquí no hay quien viva» recibes una ducha torrencial de disparates absurdos y atrocidades de lo más bellaco, perfectamente equiparables a las dos reseñadas. Pero los guionistas son antifascistas de verdad, o sea, aciertan a disolver la barbaridad del mundo en risa verdadera y limpia. Así se transfigura el disparate y se obtiene un placer no patológico porque es real y no represivo. Incluso, un placer que te sirve para cambiar lo que esté en tu poder cambiar, o por lo menos intentarlo. Al fascista del bien rollito habría que meterle una hostia, pero sin que nadie te vea (digo esto por decir otra barbaridad de graciosillo).
DE NUEVO FREUD
En absoluto me cabe a estas alturas ninguna duda al respecto de que lo más interesante del Psicoanálisis propiamente freudiano, por lo menos considerado en bloque o desde la altura filosófica, no sería otra cosa que la defensa implacable de LA DICTADURA DEL LOGOS. En efecto, para el freudiano verdadero el único dios es LOGOS, porque para él o ella todo dependería de ese dios.
«LOS DEL 98»
«Estos jóvenes– Mairena aludía a los que hoy llamamos veteranos del 98– son, acaso, la primera generación española que no sestea ya a la sombra de la iglesia. Son españoles españolísimos, que despiertan más o menos malhumorados al grito de: ‘¡sálvese quien pueda!’ «
(Juan de Mairena)
Eso es para mí tal vez lo repelente de la cultura española, ese «sestear a la sombra de la Iglesia» del que nos habla Antonio Machado, una afición al sestear de la inteligencia que se me representa como una verdadera dimisión de la dignidad de hombre. Tampoco se es tan feliz durmiendo la siesta, vivir no se vive. Lo sé bien, que fui educado por los dominicos.
DEVASTACIÓN INCENDIARIA
El humano es «el animal más inteligente», en el sentido del más astuto, capaz de sacar partido, retorciéndolas interpretativamente a su favor, de las peores circunstancias y de los sucesos más catastróficos. Como un Odiseo dando jaque mate a los monstruos para volver a su patria u hogar, o como un Descartes como portavoz del «buen sentido» de la civilización de Occidente, la que tan bien sabe calcular para anticiparse a casi todo lo que puede ocurrir. Y por supuesto, ni decirlo hace falta, como los genios empresariales esos de hoy, que darían sopas con ondas a todos los del pasado, jamás hubo mayores superricos con tantísimo poder.
Si lo digo es nada más porque quiero traer a colación ahora el modo tan honorable de aprovecharse, de beneficiarse de los incendios devastadores que estamos sufriendo este verano, según algunos por causa del más que evidente cambio climático, aunque no figure en este grupo de listos el primo de un tal Rajoy, y el Rajoy mismo junto con todos los de su panda, debe ser porque todos son más que listos. Imaginemos, o si la tenemos corta, la imaginación, veamos en la televisión, una y otra vez, las imágenes de las vidas rotas de tantas personas, de esa destrucción de animales y magnífica vegetación, de tantas culturas rurales incluso. Vivamos ese horror. Pero no por nada, ya se sabe, sino para sacarle su buena rentabilidad, según el modo de proceder de los próceres de hoy.
Que nadie se desanime, no es tiempo de tristeza ni depresiones, ¡sursum corda!, muy arriba los corazones. Ya que, sin ninguna duda, a no mucho tardar, asistiremos al brote mágico de rutilantes nuevas empresas generando cantidades enormes de puestos de trabajo (muy) bien remunerados, gracias a los incendios y a la devastación: no hay mal que por bien no venga. Es verdad que, como yo no soy de esa gente, tan aguda, de económicas y administración de empresas, avezada al emprendimiento y muy alerta siempre a lo que salga, y preparada a entenderse con la Hacienda Pública en los atolladeros más inverosímiles, no me lo puedo imaginar, sé que soy tonto, y eso duele a veces, solo a veces, pero seguro que con la definitiva externalización del servicio de bomberos, por ejemplo, muchos van a ganar otra vez mucho dinero, y lo de menos es que siempre sean más o menos de la misma Familia los que lo ganen de nuevo, o estén a punto de serlo. Sin ir más lejos, algo he oído de PASTIZARASA S.A., no sé si de alguno de los florentinos o de los zarosos, pero se sospecha con fundamento y alborozo que ya con decenas de planes de resorts de excelencia para las zonas más devastadas. Al fin y al cabo lo de las vacas lecheras ya me dirán ustedes para qué sirve si no se gana ni dos duros. Hay que superar el sentimentalismo retrógrado de los condenados por deus sive natura sive historia. Todo viene para seguirnos favoreciendo, aunque haya habido siempre incrédulos y resentidos que se oponen al progreso de la gente de bien.
Y que nadie diga que lo único que vale es hacer dinero, porque no es verdad. También se aprovecha la desgracia para la elevación moral de las audiencias en las redes y no solo en las redes. Todo el día Antena 3 repasando in situ y en vivo el sufrimiento atroz de los directamente arruinados y expulsados de sus casas. Siguen las locutoras cada lágrima, cada grito ahogado pero desgarrador de los amigos y familiares de las víctimas, la desesperación de perder tus animales y tu monte. La compasión colectiva es lo que tiene, que ayuda y reconforta, hay además una general delectación mórbida en la desgracia cuando se hace de ella salsa rosa exhibicionista, por lo general desgracia ajena, como un regustillo que une mucho a las personas, y eso es lo que hoy el mundo necesita más, unión, mucha unión. Ya llegará por la tarde la hora de salir del trabajo e irnos a bailar por ahí.
Por último, los medios de comunicación tampoco descuidan la ejemplaridad de nuestros grandes hombres y mujeres. Saben que, sin la presentación de modelos de excelencia humana, el pueblo llano pierde a no mucho tardar la guía, la orientación, el instinto de la obediencia, ese seguimiento tan digno que no se impone sino que brota del manantial más puro de la bondad. Hoy a mí se me saltaban las lágrimas al escuchar en Antena 3 que el fuego habría entrado ya en una aldea entre Ourense y Lugo, justo el lugar donde naciera Albert Núñez Feijóo, nada menos, don Alberto. Soy yo gallego coma él y recuerdo haber estado por allí hace algunos años, por supuesto que enseguida me dirigí a la casa donde tuvo lugar el acontecimiento, pero es curioso que no recuerde ahora el nombre de la rúa, sino solo que era en la confluencia de las rúas Payaso Fofó y Bruja Piruja. Hoy por la mañana se me salían las lágrimas de los lagrimales, a ver de dónde, al pasarme por la cabeza la atroz posibilidad del fuego entrando en la casa de Feijóo niño o tal vez bebé en su berce. Pero no hay que ceder al desánimo que nos traen las ideas absurdas, o viceversa, alegrémonos porque gracias a Antena 3 ya sabe la gente dónde nació Feijóo exactamente, igual que saben muchos dónde vino al mundo Cervantes o Cunqueiro. Feijoó declarado, de manera subrepticia, mártir de los incendios, total porque habría nacido donde ahora hay uno.
LO QUE PASA POR «FILOSOFÍA»
Hay un arte nada fácil a pesar de hallarse hoy muy extendida su práctica, el de no decir nada en concreto cuando se habla o se escribe. Tantos destacarían tanto en ese arte de lo escurridizo porque sería la única «opción» [= hacer de la necesidad virtud] de lxs que pretenden ya no comprar los votos del personal, que a eso ahora no voy, sino vender «filosofía». El modelo no es otro que el del comerciante o el del cura, tal vez porque otro modelo no haya con los tiempos que corren. Y como ya se sabe que la regla de oro de estos Odiseos de la rentabilidad, ya sea meramente terrenal o bien extendida a lo de ultratumba, es que el cliente siempre tiene razón, no se puede molestar ni enfadar ni disgustar a nadie [= hay que saber hacer amigos]. Así que, de lo que se trata, para los emprendedores culturetas, es de agradar a tododiós pues solo así van a estar todos dispuestos a comprarles casi cualquier parida, igual que a algunos políticxs prostitutos que hoy infectan nuestra enrarecida atmósfera. Se estaría consumando, en fin, la prostitución del alma en sus niveles más prefontales, en general, la del cuerpo hace tiempo que pasa por normal y corriente, casi obligada. En vez de decir o escribir algo concreto, hay que sugerir cosas con pinta interesante, simplemente porque estos promotores no se sabe bien qué son o a qué se refieren cuando las emiten, añadiendo con mirada angelical pero picarona, que son cosas que «se podría hacer o habría que hacer», según la receta gilipollesca del buen rollito. O si no, lo que todavía es peor, hay que darle un paseo al cliente de la cultura, como si fueses un guía turístico, por los baldíos terrenos del bobalicón «pensamiento actual» en que se fijan. Una absoluta pérdida de tiempo atenderles, total, para nada, por supuesto, porque nunca llegarían todos estos Ignacios Moraledas falsos a nada de nada. Eso es, en definitiva, lo que significa ser un queer de la filosofía: ni esto ni aquello, ni lo uno ni lo otro, la indefinición entendida como virtud suprema y conquista definitiva de la cultura occidental. No decir nada. Hasta tal punto que el que dice algo claro y meridiano, «está loco», le llegan a decir. El quid de la cuestión, en suma, es que cuando lo que vendes no es sino humo, tododiós se torna cliente potencial, sin excepción, que es de lo que se trata. O sea, de que te compren el género, pero sin arriesgar nada, sin posibilidad de pérdidas. El secreto de la vida: comprar a cinco y vender a diez. Cuando no se es nada, esta es la solución para todos los Ignacios Moraledos del mundo, si es que vuelcan su furor emprendedor en el dominio de la cultura. Porque se imaginan, los muy majaderos, que al no ser nada van a poder serlo todo, budistas sin saberlo. El triunfo no les va a ser nada difícil en un medio tan reacio al estudio como el nuestro. Tientan al ignorante con la apariencia del misterio, pero lo que están haciendo, los vendedores estos tan deseosos de «crecer», es muy fácil de entender. Simplemente, la traducción filosófico-existencial del único imperativo que les vale o que pueden comprender: aumentar las ganancias sin arriesgarse a perder nada.
Por fortuna, aún nos quedaría alguna memoria de la filosofía, lo comprobamos, por ejemplo, en el artículo en «El País» de Ana Carrasco Conde (16/08/2025), sobre todo cuando comenta, aplicándola al terrible caso de hoy, una reflexión de Arendt: «El genocidio en Gaza no es una opinión. Es un hecho». Me gustaría apuntar esto porque resulta que los Ignacios Moraledos que hoy dan en vendernos su alma, o sea, humo, coincidirían todos ellxs en una cosa: no hay hechos ningunos sino solo opiniones [creyendo además, los muy (narco)traficantes, que serían con ello «nietzscheanos»].
NO ESTAR DE MODA
«Hoxe non é frecuente asociar felicidade con sabedoría. Aínda que moitas persoas escollen profesións relacionadas co ensino e a investigación. Mais non pensan en así, como profesores e/ou investigadores, seren felices. Da vella sabedoría dos filósofos antigos, gregos e latinos, o aspecto que permanece, e parcialmente só, é a contemplación. Porén, agora, entendida de modo estético, hedonista. Mormente, como un fenómeno social organizado (deporte, espectáculos, turismo). Tamén, como unha experiencia singular, persoal, como algo fulgurante, pasaxeiro: como un despiste ou un ollar non podendo fixar a vista ou un son que se perde cando, despois dun tempo ouvindo inadvertidamente, nos paramos a escoitar»
(Luís G. Soto: O camiño dos faros. Diario de viaxe, p. 49)
CASTELAO
«En xuño de 1936 produciuse o plebiscito autonómico que foi gañado abrumadoramente polo SI. Por primeira vez despois da supresión do Reino de Galicia, íamos ter un goberno propìo. Castelao quedou moi satisfeito e correu cos outros deputados a Madrid, para presentar a documentación do plebliscito no Parlamento. Bóveda, o home do aparato, quedou en Pontevedra. O resto da vida de Bóveda sería moi pouco tempo. Ía morrer fusilado no mesmo 1936.
Vemos, pois, como Castelao se implica profundamente na vida política republicana e na unidade de esquerda para conseguir a autonomía de Galicia como paso no exercicio da autodeterminación.» (X.L. Méndez Ferrín: Castelao é noso. Santiago de Compostela: Alvarellos, 2024, pp. 31-32)
