ZARATUSTRA Y EL VINO

“Yo lo que quiero es vino” gritó el adivino, «no todos somos como Zaratustra que es un bebedor nato de agua». «Y es que el agua no es apropiada para los que estamos cansados y marchitos: nosotros merecemos vino» (“¡solo el vino proporciona una curación repentina y una salud inmediata!”). Hay que recordar a los antiguos griegos que se curaban del agotamiento y del sufrimiento y los sinsabores del día, consiguiendo olvidarlos todos, con el milagroso vino benefactor que bebían reunidos por la noche. Ese vino terapéutico pero asimismo peligroso, días de vino y rosas, como advertía algún tratado neoplatónico dedicado a aconsejarnos cómo usar bien del vino para no ser destruidos por él. Según Freud, no hay ser humano capaz de soportar la vida sin recurrir de vez en cuando a alguna sustancia embriagadora o estupefaciente. Parece que Zaratustra sería aquí, de nuevo, una excepción puesto que sí bebe agua exclusivamente (igual que Nietzsche, por otra parte que decía aquello de «el agua basta»). Por mucho que Dionisos, que es su dios, paradójicamente sea el dios de la vid (en casa del herrero cuchillo de palo). Lo que sucede es que el filósofo ha de tener el valor de mirarle la cara a la verdad sin tener la mirada distorsionada por los vapores del vino. Y no tiene permiso para irse de vacaciones bebiendo vino porque el servicio de la verdad es el más duro de todos los servicios. ¡Un hígado sano, el del filósofo!

Pero Zaratustra no quiere imponer su dieta a nadie, porque la dieta es de donde cada cual extrae su alegría, la que le es peculiar (de modo que si no está feliz lo primero que debe hacer es cambiar de dieta). El vegetariano bebedor de agua que siga con ello si así es feliz. El bebedor de vino que devora cordero asado siga así si con ello se alegra. Es entonces cuando Zaratustra aprovecha para decir algo absolutamente antikantiano: «Yo soy una ley solo para los míos, no soy una ley para todos». ¿Quiénes son los suyos, los afines al tipo “Zaratustra”? Aquellos que son capaces de gozar de la Tierra, o sea, los anticristos capaces de gozar «del mejor alimento, el cielo más puro, los pensamientos más fuertes, las mujeres más hermosas». (Yo añadiría, por mi parte, de la música de Offenbach). Si para gozar de todo esto, de lo mejor, te sirve de ayuda el vino, bebe vino, y si no, agua.     

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