Lo filosófico

El problema esencial es que no se entiende lo filosófico. Por lo menos desde un punto de vista muy importante, consiste lo filosófico en estar en guerra contra uno mismo–bien es verdad que con acuerdos de paz transitorios que son una verdadera felicidad–, siendo capaces los filósofos de no cejar y mantenerse en ese estado de guerra interior casi permanente. Pero entonces consiste también lo filosófico, lógicamente, en llevar esta guerra a todas partes a las que se va, en extenderla a las conciencias y los cuerpos.
El rendimiento social de lo filosófico es por lo tanto la movilización más íntima. Lo que se logra es que todo lo que se expone al influjo del filósofo evita el estancamiento, lo que se consigue es que nunca coagulen los procesos o rematen en el uno definitivo, o mejor, que nunca puedan creerse a sí mismo coagulados. Lo filosófico nos afecta haciéndonos cobrar conciencia de que envejecer, en sentido estricto, no sería inevitable, al contrario que morir. De lo que se trata es de morir joven devorado por el tiempo.

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