Ahora son los bellacos de todos los pelajes, antes era solo el más nefasto ministro, los que renuevan el esfuerzo por demoler la universidad (pública, por supuesto, a los curas todo el respeto del mundo, sólo les pasa lo de la pederastia pero en lo demás fenómeno). Se dan cita en ello con sus insultos los que no pudieron entrar porque no sabían hacer la O con un canuto, o los que calentaron su culo muchos años en ella y se aprovecharon todo lo que pudieron de un sueldo fijo para dedicarse a lo que más querían, merodear por los hipódromos, los bares de gambas, y escribir bobadas ni siquiera siniestras.
En fin, toda la chusma se junta ahora en el mismo empeño porque igual van a adquirir poder por fin los inteligentes, y eso a ellos les da pavor, no habiendo sabido nunca para qué sirve la inteligencia como no sea para asesorar al inversor, o para medrar, o para descargar en palabras todo el caudal del odio a lo que sea, sobre todo a la vejez y a la vida en general, a la propia inutilidad.
Los de PRISA abominan de la endogamia (¿y lo de ellos como lo llamaríamos?, ¿gangsterismo?), o vuelven a esgrimir a los cretinos que dicen que ellos enseñan a enseñar, los metaprofesores de Rubalcaba, los incapaces de investigar que lógicamente desprecian la investigación y le van contando a uno que para aprobar lo definitivo es L al cuadrado SER, o sea, leer leer subrayar, esquema, repaso: los pedagogos de Rubalcaba, la única y tan triste alternativa que este país ha dado al Opus Dei en cuestiones de enseñanza.
Los bellacos contra la Universidad
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