DEVASTACIÓN INCENDIARIA

El humano es «el animal más inteligente», en el sentido del más astuto, capaz de sacar partido, retorciéndolas interpretativamente a su favor, de las peores circunstancias y de los sucesos más catastróficos. Como un Odiseo dando jaque mate a los monstruos para volver a su patria u hogar, o como un Descartes como portavoz del «buen sentido» de la civilización de Occidente, la que tan bien sabe calcular para anticiparse a casi todo lo que puede ocurrir. Y por supuesto, ni decirlo hace falta, como los genios empresariales esos de hoy, que darían sopas con ondas a todos los del pasado, jamás hubo mayores superricos con tantísimo poder.

Si lo digo es nada más porque quiero traer a colación ahora el modo tan honorable de aprovecharse, de beneficiarse de los incendios devastadores que estamos sufriendo este verano, según algunos por causa del más que evidente cambio climático, aunque no figure en este grupo de listos el primo de un tal Rajoy, y el Rajoy mismo junto con todos los de su panda, debe ser porque todos son más que listos. Imaginemos, o si la tenemos corta, la imaginación, veamos en la televisión, una y otra vez, las imágenes de las vidas rotas de tantas personas, de esa destrucción de animales y magnífica vegetación, de tantas culturas rurales incluso. Vivamos ese horror. Pero no por nada, ya se sabe, sino para sacarle su buena rentabilidad, según el modo de proceder de los próceres de hoy.

Que nadie se desanime, no es tiempo de tristeza ni depresiones, ¡sursum corda!, muy arriba los corazones. Ya que, sin ninguna duda, a no mucho tardar, asistiremos al brote mágico de rutilantes nuevas empresas generando cantidades enormes de puestos de trabajo (muy) bien remunerados, gracias a los incendios y a la devastación: no hay mal que por bien no venga. Es verdad que, como yo no soy de esa gente, tan aguda, de económicas y administración de empresas, avezada al emprendimiento y muy alerta siempre a lo que salga, y preparada a entenderse con la Hacienda Pública en los atolladeros más inverosímiles, no me lo puedo imaginar, sé que soy tonto, y eso duele a veces, solo a veces, pero seguro que con la definitiva externalización del servicio de bomberos, por ejemplo, muchos van a ganar otra vez mucho dinero, y lo de menos es que siempre sean más o menos de la misma Familia los que lo ganen de nuevo, o estén a punto de serlo. Sin ir más lejos, algo he oído de PASTIZARASA S.A., no sé si de alguno de los florentinos o de los zarosos, pero se sospecha con fundamento y alborozo que ya con decenas de planes de resorts de excelencia para las zonas más devastadas. Al fin y al cabo lo de las vacas lecheras ya me dirán ustedes para qué sirve si no se gana ni dos duros. Hay que superar el sentimentalismo retrógrado de los condenados por deus sive natura sive historia. Todo viene para seguirnos favoreciendo, aunque haya habido siempre incrédulos y resentidos que se oponen al progreso de la gente de bien.

Y que nadie diga que lo único que vale es hacer dinero, porque no es verdad. También se aprovecha la desgracia para la elevación moral de las audiencias en las redes y no solo en las redes. Todo el día Antena 3 repasando in situ y en vivo el sufrimiento atroz de los directamente arruinados y expulsados de sus casas. Siguen las locutoras cada lágrima, cada grito ahogado pero desgarrador de los amigos y familiares de las víctimas, la desesperación de perder tus animales y tu monte. La compasión colectiva es lo que tiene, que ayuda y reconforta, hay además una general delectación mórbida en la desgracia cuando se hace de ella salsa rosa exhibicionista, por lo general desgracia ajena, como un regustillo que une mucho a las personas, y eso es lo que hoy el mundo necesita más, unión, mucha unión. Ya llegará por la tarde la hora de salir del trabajo e irnos a bailar por ahí.

Por último, los medios de comunicación tampoco descuidan la ejemplaridad de nuestros grandes hombres y mujeres. Saben que, sin la presentación de modelos de excelencia humana, el pueblo llano pierde a no mucho tardar la guía, la orientación, el instinto de la obediencia, ese seguimiento tan digno que no se impone sino que brota del manantial más puro de la bondad. Hoy a mí se me saltaban las lágrimas al escuchar en Antena 3 que el fuego habría entrado ya en una aldea entre Ourense y Lugo, justo el lugar donde naciera Albert Núñez Feijóo, nada menos, don Alberto. Soy yo gallego coma él y recuerdo haber estado por allí hace algunos años, por supuesto que enseguida me dirigí a la casa donde tuvo lugar el acontecimiento, pero es curioso que no recuerde ahora el nombre de la rúa, sino solo que era en la confluencia de las rúas Payaso Fofó y Bruja Piruja. Hoy por la mañana se me salían las lágrimas de los lagrimales, a ver de dónde, al pasarme por la cabeza la atroz posibilidad del fuego entrando en la casa de Feijóo niño o tal vez bebé en su berce. Pero no hay que ceder al desánimo que nos traen las ideas absurdas, o viceversa, alegrémonos porque gracias a Antena 3 ya sabe la gente dónde nació Feijóo exactamente, igual que saben muchos dónde vino al mundo Cervantes o Cunqueiro. Feijoó declarado, de manera subrepticia, mártir de los incendios, total porque habría nacido donde ahora hay uno.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.