Siempre fui un enamorado de la transversalidad docente y discente, ¡y voto a bríos que las he cultivado toda mi vida! Porque no basta con ilustrar al estudiante, por ejemplo, acerca de la eidética del asco. También hay que saber intercalar sabios consejos que pueden ser de utilidad en edades críticas. Sobre todo de salud, en mi caso eran los preferidos.
Recuerdo aquel día en que estaba yo especialmente inspirado. «No es lo peor fumar (empecé a discursear llevado por la Musa), no es lo más dañino beber, ni siquiera tampoco las drogas de diseño o arriesgarse a las venéreas. Créanme cuando les digo que lo peor de lo peor es cumplir años, lo digo por lo que sé de mis conocidos, lo digo también por propia experiencia (aunque me resisto a profundizar en esto segundo porque es de mal gusto, y me podrían contestar que por favor no les cuente mi vida, que es muy triste). Lo peor es cumplir años, cuantos más cumplan mucho peor estarán a la larga, se lo digo de verdad. Por lo tanto (y a ver quién me va a discutir esto), procuren con todas sus fuerzas no cumplir ya ninguno, o si esto les resulta muy difícil, cumplir muy pocos más, lo mínimo».
La verdad es que me miraban entre atónitos y preocupados. Mucha gracia no les hizo, así que inmediatamente cambié de tema metiéndome a fondo en el meollo de la clase de aquel día. Pero espero haber plantado una semilla, como decía aquella.
