EL SÍNTOMA RELIGIOSO

Si la religión es un error, observaba Wittgenstein en cierta ocasión de esas de extrema lucidez, es un error «demasiado grande», implicando con ello que resulta muy extraño que tantísima gente se haya equivocado tantísimo. Esto es verdad, no cabe duda, y nos lleva a pensar que la religión, más que un error, lo que es en realidad es un síntoma. Un compromiso psíquico y social que nos resuelve el dolor de conflictos muy duros, y que a muchos les habría permitido construirse una vida y una muerte más o menos soportables. Si el humano es «el animal enfermo», entonces su analgésico y antidepresivo, a veces también su anfetamina, es la religión. Pero hay que notar que cuando Wittgenstein pensaba esto estaba pensando en el cristianismo, igual que Freud pensaba sobre todo en la religión antídoto de las heridas del Edipo. Por eso la muerte de Dios nos obligaría a sucumbir como humanos, y quién sabe si a mutar en sobrehumanos, capaces de amar la vida sin andaderas ni drogas, sin adorar a fantasmas. La vida como ella es, «una mujer», que decía Nietzsche.

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