Recuerdo aquella coplilla católica que parecía encender el ánimo de los fieles, casi siempre apesadumbrado: «Hoy el señor resucitó y de la muerte nos libró». A propósito de ese recuerdo, me viene otro que trae un eco wittgensteiniano pero también nietzscheano. Y de los dos sale una moraleja: cuando no sabes qué estás diciendo lo mejor es que no lo digas. Así lo exige la honestidad intelectual, la Redlichkeit. Y es que si embarullas y confundes a la gente con tu propia confusión les puedes hacer mucho daño, es la claridad lo que salva vidas humanas.
LA HONESTIDAD
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