¿TEOLOGÍA POLÍTICA?

El único sentido de la Teología es político, ¿cuál iba a ser si no? El judeocristianismo ya nos presenta, al comienzo del libro ese que maneja su gente, la invención de su concepto de pecado, tan mono, (o sea la introducción de todos nosotros en las delicias de la «metafísica del verdugo»). Y entiende desde el minuto uno el pecado como desobediencia, no tiene vuelta de hoja aquí la desvergüenza. Y la desobediencia la precisa como transgresión del imperativo «divino» de no conocer («todo lo demás se sigue de ahí»). Así que ¿qué se podía esperar de semejante aparato de aroma a mazmorra? Obedecer la voluntad de Dios, es decir, la voluntad de la casta sacerdotal; o sea, de quien alimente y encumbre a la casta sacerdotal por los servicios prestados para apaciguar al rebaño.

Se dirá que esto qué nos importa hoy, ¿no? Estas manías de viejo republicano pertenecerían a la herencia del obsoleto anticlericalismo decimonónico. Pero hoy vemos en la política española, y casi mundial, que sucede exactamente lo contrario. La aspiración a la dominación incondicionada se halla más fomentada que nunca por parte de todos los que vuelven a necesitar vivir siguiendo la voz de su amo. De cualquier amo que sea lo suficientemente testicular, romo y brutal. Es el retorno de la «enfermedad de las cadenas» en pleno siglo XXI.

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