LA MURGA DE DIOS

Un poco al modo epicúreo, mi teología es extremadamente simple y cortante. Pretendo mantenerme lejos de los actuales niños de Dios, para mí extremadamente pesados y de insoportable mal gusto. Tengo por cierto que estaría tomada de la teología popular que se puede recoger de la parte sensata del pueblo, por desgracia cada vez menos conspicua. Se resume en dos afirmaciones muy conocidas:

1. «No te preocupes de nada: Dios no existe».

2. «La única disculpa de Dios es que no existe».

Claro está que esto sería de aplicación al monoteísmo, y en concreto al judeocristianismo en el que me eduqué. Respecto a la intuición de lo divino en la Grecia Antigua, la religión poética del Olimpo, de Homero, el dodecateísmo, para ella me queda un respeto.

MILEI ET HOC GENUS OMNE

Es grande la tentación de decir, y tras decirlo desentenderse del tema, «si les votan que se jodan». Es una gran tentación porque tiene no poco de justicia. Pero no funciona del todo porque si hay gente que está por el suicidio colectivo, está también por el asesinato, y los asesinados seríamos todos nosotros.

Nietzsche pensó haber dado en el núcleo del judeocristianismo cuando escribió: «No conocerás! : el resto se sigue de ahí». Esto hoy es lo mismo que dar en el blanco de la (extrema)derecha mundial, porque es evidente que con esta gente las palabras son inútiles, lo que nos sitúa en el peor de los escenarios.  Es pura pulsión de muerte lo que lleva a poner al mando a los ignorantes y a los cretinos. Su odio al conocimiento, que es constitutivo de toda brutalidad, conducirá directamente, si se le deja suelto, a la extinción del género humano.

PROGRESO MORAL

A Dios gracias, la gente cada vez soporta menos las atrocidades contra las personas y los pueblos indefensos. Cada vez somos menos neutrales y eso es justamente el progreso, como bien sabía Kant. No somis antisemitas, somos humanos.

O ENAMORADO O LOCO

Muchas y muchos no se creen que haya gente enamorada y gente que, incluso, haga cosas por amor. Según ellos y ellas se trata de una comedia del nefando amor romántico, vil coartada patriarcal de tantos abusos. Lo normal para todos estos y estas es la compraventa de la adulta razón estratégica.

En un libro colectivo de psiquiatría de no hace muchos años se reconoce que nadie tiene mucha idea de en qué pueda consistir el “trastorno” o ni siquiera la “enfermedad” mental, por lo menos así en abstracto. Pero cuando uno se enfrenta a la locura propiamente dicha, lo que tras reflexionar le resultará cada vez más evidente es que en ella lo que hay es un serio problema referido al amor, que lo que tenemos aquí es un desamor radical que sin embargo admite grados, grados cuantitativos que se van a convertir probablemente en genuinas modalidades o variedades. Al que no está nada, pero nada enamorado, al desenamorado habitual, en su desgracia, le rondaría la sombra terrorífica, pavorosa, de la locura propiamente dicha, y esto de forma inevitable. Y además, hay un sentido importante en que el loco es el envidioso, es decir, aquel que no le perdona al mundo que haya enamorados pero que él o ella no sea uno de ellos, o peor, que nunca lo haya sido, no se sabe si por mala suerte o por incapacidad. Entonces el mundo se vuelve el infierno de la envidia, de verdad el valle de lágrimas de los Trump, Netanyahu, Bolsonaro, Milei, Feijóo y todo el resto de la chusma del desamor, porque, no contentándose con envenenar, el envidioso llega a matar. Pero no hace falta llegar a esto, una de las maneras más habituales de vengarse es enfocar el enamoramiento como lo estúpido como tal, o incluso como lo opresivo por excelencia.

Pero el amor no es solo la cordura sino también lo verdaderamente revolucionario, como tan bien supo ver Badiou. Es lo único que supone un antagonismo absoluto de la compraventa, del mercado, de la gris y triste astucia del toma y daca, o sea, lo que sería el estado de adultez para tantos desorientados.      

El nihilismo en que vivimos sería justamente eso, la desaparición del amor y la falta crónica de amor, esta vez en el nivel colectivo y contundente de la época histórica. Una época loca la nuestra, sin duda, hasta para los individuos que en absoluto lo son, una época esencialmente de locos. Tiempo de gente que no solo tira su vida por la borda sino que además lo intenta con la vida de los demás, no habiendo podido soportar la rabia que les invade sin tregua y les quita el aire necesario para respirar. Porque ya no les protege la religión, que ha dejado de ser ese lugar cultural en que inyectar el amor desesperado y así poder seguir viviendo más o menos.

¡¡HAIVOS CADA COUSA!!

En una terraza frente al museo de Santa Cruz tomando una cerveza, cuando de repente se me sientan en la mesa de al lado, muy cerca, muy cerca, seis jóvenes ya a primera vista algo chocantes, como recogidos en sí mismos, replegados, contenidos, midiendo sus palabras, algo ceremoniosos, muy comedidos, y lo más raro de todo, se notaba que pensaban todo lo que decían, demasiado autoconscientes sin duda para los tiempos que corren. Yo a lo mío o a mis pensamientos pero instintivamente miré a la izquierda fijando después la mirada en la camiseta que en la espalda de uno de ellos exhibía un crucifijo de esos de los de los nazarenos y encima la leyenda «¡Vivir de rodillas!», pero era un vivir de rodillas proclamado por puro júbilo, como anunciando a los cuatro vientos ¡esto sí que es vivir, como nosotros, vivir de rodillas por Él! (digo yo, siempre que se vive arrodillado es por alguien, ¿no? «hacía falta una religión del amor porque por amor se aguanta todo»). Edad tenían los seis como de ser natural o hasta lógico irrigar simiente a los cuatro vientos, o por lo menos que se te pase por la cabeza, pero estos cinco no, estaba claro, estos hablaban de ayunos, y uno contaba el último, el de ayer, que hizo deporte, que «trabajó» y al parecer luego puso todo su esfuerzo en no comer a la hora de comer, y depués se creció con el entusiasmo y ya de paso no cenó a la hora de cenar. Y allí estaba el muchacho, ingiriendo refresco y pontificando que los nuevos curas como ellos cuando los mandan por esos mundos de dios, por esos pueblos toledanos, deben hacerse ellos mismos la comida y comer sobre todo «sopa juliana» (sic) porque los purés son un asco (?), en vez de hacer como antes, contratar a la María de turno para que te cueza cosas.

Pero qué gente más rara, digo, aunque mejor me callo porque sin duda tiene que haber de todo. Pero con estos no me sé llevar, que son demasiado raros para mí y uno tiene sus límites. Cuando no entiendes a alguien, pero que nada, lo mejor es no juntar tu camino con el suyo. A mí me da que en el fondo es algo sexual lo de esta gente, pero solo porque tengo poca imaginación, hasta me huelen como a una hormona extraña, ignota para mí, no sólita, no humana, no de recibo. Ya decía mi bisabuela que «haivos cada cousa!» Hay de todo, hasta lo inimaginable lo hay. Y así habrá de ser, es lo que se dice de la viña del señor. ¡Pero de qué señor, cojones! ¡De qué señor!